Cuando en mayo de 2014 el cocinero asturiano Alejandro Villa optó al II Premio Promesas de la Alta Cocina en la escuela Le Cordon Bleu en Madrid contaba con 18 años y, todavía balbuceante, acababa de comenzar su trayectoria profesional. Nueve años después, tras un periodo de prácticas en el Real Balneario de Salinas, donde ejerció de jefe de partida en el capítulo de postres, su trabajo al frente de las cocinas del restaurante familiar La Pandora en Avilés pone de manifiesto su consolidación en el oficio.
Con el respaldo de su madre, Cristina Pérez, a diario asa los mejores pescados a la parrilla, los fríe, los hace al horno o los confita para conseguir puntos de cocción precisos. Especies que recibe de la rula de Avilés a las que aplica recetas imaginativas o tradicionales actualizadas, con el contrapunto de salsas muy finas en las que saca a relucir sus recursos técnicos.
Puntuación | 7 |
---|---|
Pan | 6,5 |
Café | 7,5 |
Bodega | 7 |
Ambiente | 6 |
Servicio | 6,5 |
Aseos | 6 |
Cocina | 7,5 |
Postres | 5,5 |
Dos menús, además de la propia carta, permiten elegir entre sugerencias que modifica con frecuencia. Están bien resueltas sus croquetas de jamón, aunque no figuren entre las mejores de El Principado; desilusiona, en parte, la anchoa sobre guacamole, demasiado seca, y dan la talla los mini tortos de maíz con steak tartar de vaca. Aperitivos correctos a los que se suman otros dos de transición, la ensaladilla templada de bogavante a la parrilla orlada de sus propias huevas, y los guisantes de temporada a la llama con yema de huevo, combinación a la que no aportan nada los tropezones de centolla cocida. El menú, esencialmente marino, prosigue en ascenso.
Resultan suculentas las lentejas beluga estofadas en un guiso de calamares en su tinta; delicadas las fabes con almejas en un fondo de pescado, donde las alubias y los moluscos ofrecen texturas equiparables, y particularmente yodada la caldereta de langosta con patatitas al amontillado. Platos de cuchara con los que demuestra la destreza con la que se desenvuelve en el mundo marino.
El pixin (rape) lo acompaña de una crema de espárragos blancos y lechuga licuada; la rodaja de salmonete frita sobre una salsa liviana de sus interiores al vino manzanilla; el taco de virrey con una meunier al azafrán y zumo de naranja, y el lomo de rodaballo con un pilpil alimonado ligado con el colágeno del pescado. Desde cualquier perspectiva, un paraíso para los ictiófagos. Llevado de su irrefrenable entusiasmo, Villa se arriesga y propone platos que plantean dudas, como la merluza con leche de coco y curry verde, merecedora de otros complementos.
A pesar de que el capítulo de carnes es escueto, con el solomillo Wellington ratifica su pulso en una de las parcelas de la cocina clásica. Por el contrario, sus postres —leche presa a la miel de Cangas; arroz con leche estilo asturiano; fresas romanoff con piñones—, aceptables, pero discretos, salen del trance con la cabeza baja frente a la brillantez de todo lo salado. Los precios, elevados, en consonancia con la enorme calidad de sus mariscos y pescados.
La Pandora
- Dirección: San Bernardo, 6. Avilés (Asturias)
- Teléfono: 985 569 460
- Horario: Cierra lunes y noches de martes, miércoles, jueves y domingos
- Precio: Entre 70 y 200 euros por persona. Menús: 120 y 180 euros.
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El brillante ascenso del joven cocinero Alejandro Villa en el restaurante La Pandora, en Avilés - EL PAÍS
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