Si uno se toma unos segundos para cavilar en torno a la locución “ser cocinero antes que fraile”, probablemente le sobrevenga un interrogante. Esta expresión, cada vez menos usada, es una forma de ponderar el valor que tiene la experiencia en cualquier oficio. De un modo similar a “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, significa que la veteranía ayuda a evitar errores, más incluso que la formación.
Pero ¿qué tiene que ver la gastronomía con la vocación monástica? Uno tiende a pensar que sería más lógica una frase del tipo “ser monaguillo antes que fraile” o “ser pinche antes que cocinero”. Sin embargo, la tradición es tozuda.
El dicho es así porque proviene de un refrán, o, si queremos ser más precisos, de una paremia, un enunciado que pretende animar a la reflexión intelectual o moral. Como explica la lingüista Inmaculada Penadés Martínez, es un caso similar al de “perder la silla”, que proviene del conocidísimo refrán “Quien se fue a Sevilla perdió su silla”.
En el caso que nos ocupa, la paremia de origen está en franca decadencia, y pronto solo figurará en los libros y en la memoria de los lingüistas: “Quien fue cocinero antes que fraile, lo que pasa en la cocina bien sabe”. Si la investigamos, descubriremos el origen de la expresión que nos ocupa.
En el libro La ocasión la pintan calva: 300 historias de dichos y expresiones (Espasa, 2016), descubrimos que no apareció antes del siglo XIX. Y, por lo visto, surgió del escaso prestigio que por aquel entonces tenían las cocinas.
Hoy en día, la mayoría son lugares ordenadísimos. Las de vanguardia, incluso parecen más laboratorios que otra cosa. Sin embargo, antes de que la legislación laboral y las normas de sanidad las adecentaran, las cocinas tenían una reputación pésima.
Ya en las comedias del romano Plauto (c. 254-184 a. C.) aparecían como el lugar adonde iban a parar los buscavidas, los ladrones, los huérfanos, en fin, los que no tenían donde caerse muertos. En la España del Siglo de Oro, eran un escenario recurrente para la novela de picaresca.
Sirva como ejemplo un escatológico fragmento de La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesta por él mismo, una de las últimas obras de este género, de la que se desconoce el autor. En ella aparece un mozo de cocina que “todas las veces que lo enviaban por vino, por sisar un cuarto, lo orinaba en el jarro”.
Con pinches así, queda claro que aquel no era oficio para buenazos. Más bien, una escuela para aprender a sobrevivir, o, como se diría en la calle, a espabilarse.
Sabiendo esto, de repente la expresión resulta ser de una finura excepcional, de esa que tiene el lenguaje popular. Cuidado con los pardillos, pues quizá hayan sido cocineros antes que frailes.
De pícaros y pardillos: el origen de la expresión 'ser cocinero antes que fraile' - La Vanguardia
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