Cuando Franco Zeffirelli rodó Amor sin fin (1981) lo hizo para mayor lucimiento de Brooke Shields (56), que estaba en la cresta de la ola tras haber estrenado el año anterior El lago azul. Obviamente, pasó por alto el mini cameo que realizó un jovencísimo Tom Cruise que no tardaría en estar en el punto de mira de la industria tras Risky Business y el gran pelotazo, Top Gun (1986). Con la secuela de esta última (Top Gun: Maverick) se ha consagrado como la estrella más poderosa de todos los tiempos porque hasta la fecha ha ingresado en la taquilla 1.000 millones de euros a nivel mundial.
A raíz del aniversario redondo que el actor ha celebrado este domingo, que ha cumplido 60 años, y de su reciente visita sorpresa a Barcelona, LOC ha hablado con varias personas de su entorno para desvelarnos el complejo entramado que concierne el viaje del hombre capaz de controlar la meca del cine con un suspiro. Para empezar, siempre viaja en jet privado (Bombardier Global 8000, Gulfstream G550, Bombardier Global 7500) de largo alcance que le permite cruzar continentes sin repostar con capacidad para 20 personas.
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Con él siempre vuelan dos asistentes, dos maquilladores, un guardaespaldas, un entrenador personal, un cocinero y, a veces, una de sus hermanas, que ejerce de representante. Antes de que Cruise aterrice, el operativo en tierra está perfectamente orquestado. Por ejemplo, desde Madrid (donde están las oficinas de Paramount, que cumplen las directrices de la matriz en Hollywood) llegan cuatro días antes cuatro ex militares armados que han participado en las guerras de Bosnia o Kosovo para controlar el perímetro y el interior del alojamiento de cinco estrellas que, en su última estancia, fue el hotel Mandarín Oriental, elegido personalmente por el actor.
Una vez llega una avanzadilla de agentes de seguridad americanos, ambos equipos recorren varias veces la distancia que separa la suite del hotel del coche aparcado en la puerta principal para hacerlo en el menor tiempo posible y evitar posibles obstáculos. El jefe de guardaespaldas de Tom Cruise es un ex policía de Nueva York llamado Mario Román, que no se despega de él en ningún momento. A su lado también hay otro ex policía de la Gran Manzana. En total, son ocho personas las que velan por la seguridad del intérprete.
Cuando la suite se revisa (barrido de micrófonos, detección de cámaras ocultas, búsqueda de artefactos explosivos) queda automáticamente sellada, por lo que nadie puede entrar ni salir hasta que llegue Cruise. Durante la estancia del protagonista de Misión imposible, dos guardas armados en turnos de 12 horas vigilan la puerta de la habitación y si el cliente sale en algún momento, vuelve a revisarse la suite de arriba abajo. Este proceso vuelve a repetirse concienzudamente una vez que Tom Cruise deja la ciudad para que el equipo de limpieza haga su trabajo y se pueda alquilar nuevamente.
Una parte de la cocina del hotel queda reservada exclusivamente para el chef especializado en slow food, lo que permite a su cliente realizar satisfactoriamente la tabla de ejercicios asignada para mantener el equilibrio, la salud y esa eterna juventud de la que hace gala Cruise en cada aparición pública. Y, por supuesto, que le permita realizar la mayoría de las escenas de acción de sus películas.
Toda esa parafernalia digna de un jefe de estado se complementa con una caravana de 12 coches de lujo con los cristales tintados que se dirigen al punto de destino. En la visita a la Ciudad Condal, fue la nueva edición de CineEurope, la mayor convención de exhibidores de toda Europa. Tom viajó expresamente desde Seúl, la última parada del periplo promocional de Top Gun: Maverick, para dar las gracias a los exhibidores de 37 países por la carrera que ha tenido.
En esta ocasión no hubo fans. Todo se mantuvo en secreto. Ni tan siquiera los gerifaltes de la Paramount sabían de la llegada de su cliente vip. Sin embargo, cuando ha estado de promoción en Madrid, el actor siempre llega un par de horas antes de la convocatoria de prensa para atender debidamente a sus fans. No quiere que nadie se vaya triste. Firma autógrafos, se hace selfies, estrecha manos...
Junto a él hay también miembros del servicio de seguridad y entre el público, normalmente tras lo que están apoyados en las vallas, se camuflan tres de paisano que suelen tocar disimuladamente a la gente para asegurarse de que no van armados. "Hay que tener mucho cuidado con el tema fan ya que, aunque el 99,9% es muy bueno, siempre hay alguien que se sale de la norma. Tom ha recibido toda clase de amenazas, incluso de muerte, por lo que vigilamos cada movimiento. A la gente se le toca, se les coge de la muñeca por si llevan algo -suelen buscarse estiletes- aconsejamos que las manos estén visibles y limpias y, en algunos casos, hemos llegado a recibir desde las altas instancias de Hollywood imágenes de alguna persona supuestamente sospechosa que realiza el mismo recorrido que la estrella", puntualiza un experto.
Tom Cruise: el complejo entramado de jets, cocinero, ex policías, ex militares... con el que siempre viaja - El Mundo
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