De una aldea perdida en la sabana de Kenia a las ruinas iraquíes de la antigua Babilonia, pasando por la jungla de Camboya. Cuatro continentes en casi cuatro años de trabajo para descubrir qué alimentos eran los favoritos de algunos de los más tenebrosos dictadores de las últimas décadas… a través de sus propios cocineros.
La mayoría de estos chefs, según revela Witold Szablowski, que acaba de publicar el libro Cómo alimentar a un dictador (Oberon), aún no se habían repuesto del trauma que les supuso trabajar para alguien que en cualquier momento podía elegir matarlos sin tener el más mínimo reparo.
Cocineros de dictadores
La mayoría de los chefs aún no se han repuesto del trauma que les causó su trabajo
Su relato es un oscuro paseo por el siglo XX. A Pol Pot, que instauró un régimen de terror en Camboya y dejó como legado uno de los genocidios más grandes de la historia, le gustaba la comida simple y tradicional como la sopa agridulce o la ensalada de papaya (aunque preparada al estilo tailandés, con cangrejo seco o pasta de pescado y cacahuetes). También disfrutaba con la ensalada de mango, el pescado al horno o el pollo asado.
La primera comida que Abu Ali le hizo a Sadam Huseín fue una tikka, una brocheta de carne. La acompañó con una ensalada de tomate y pepino. Así fue como logró el trabajo en la cocina del presidente de Irak. Según Ali, el truco era saber cuando el líder sunita “tenía un día bueno”. “Entonces había que prepararle algo que le gustara especialmente”, explica.
La sopa de ocra era uno de sus platos favoritos. O la sopa de lentejas. Saddam se llevaba a su cocinero incluso cuando se iba al frente durante la guerra con Irán. Allí, Abu Ali preparaba tikka, kofta o pescado a la brasa en una cocina de campaña. Aunque el manjar que más le gustaba era la sopa de pescado de Tikrit.
Sajida, la mujer del líder iraquí, era la única que conocía de qué forma la gustaba especialmente este plato –al que llamaban sopa de pescado de los ladrones porque lo hacían los ladrones de Tikrit- a Sadam Huseín. Por eso fue la encargada de enseñarle todos los trucos al cocinero.
Sadam solía desayunar huevos, pescado o sopa. Y para comer le preparaban hasta ocho platos distintos para que tuviera donde elegir: dos sopas, dos platos distintos de pollo, pescado y algo a la parrilla. Al menos una vez a la semana le hacían masgouf, carpa asada.
Los largos dedos de Otonde Odera fueron los que prepararon carne, verduras y molieron arroz para dos presidentes de Uganda. Uno era Milton Obote. El otro, Idi Amin, el sangriento dictador del que incluso se dice que comía carne humana. Durante sus nueve años de mandato se calcula que fueron asesinadas hasta 500.000 personas.
La especialidad de Odera era la cabra entera asada.”Le quitábamos las vísceras, le cortábamos la barba, metíamos en su interior arroz, patatas, zanahorias, perejil, guisantes y unas cuantas especias. Todo mezclado, claro, con carne de cabra cortada a trocitos. La asábamos en el horno y le volvíamos a pegar la barba. El animal llegaba a la mesa sobre sus patas, como si estuviera vivo”, afirma en el libro el cocinero, que asegura categóricamente que nunca cocinó carne humana para Amin.
Erasmo, uno de los cocineros de Fidel Castro, fue camarero, escolta e incluso guerrillero antes de ponerse detrás de los fogones. Hizo el cambio de la forma más natural: “Trabajábamos para la persona más importante del país y nadie se preocupaba por la comida”, recuerda.
Estuvo varios años haciendo esta función y llegó un punto en el que se llevaba la olla a todas partes. Una de las recetas que más gustaban al líder cubano era el filete de pescado con salsa de mango. A Fidel le encantaban los buenos licores y los buenos puros. Comía poca carne (preferiblemente lechón asado o cordero con miel o leche de coco), pero le encantaba la sopa de vegetales.
Los menús favoritos de los dictadores más crueles - La Vanguardia
Read More
No comments:
Post a Comment