He podido seguir la interesante trayectoria de la realizadora estadunidense Kelly Reichardt gracias a los festivales de cine (por ejemplo, si mi memoria no me traiciona, pude ver Wendy and Lucy y Certain Women en el festival de Morelia). Dado el carácter minimalista de su obra, era comprensible que ninguna distribuidora, hasta ahora, se haya interesado en exhibirla en México. Es de celebrar, pues, que Primera vaca haya alcanzado a colarse en nuestra cartelera en estos tiempos pandémicos.
De forma genérica, podríamos calificar a su película más reciente de pre western, pues la acción se ubica en la primera mitad del siglo XX en lo que se conoce como el Oregon Trail. Allí, el cocinero Otis Figowitz (John Magaro) trabaja malamente para un beligerante grupo de cazadores de pieles. En medio del espeso bosque, mientras busca cómo improvisar algunos alimentos, Figowitz se topa con un chino desnudo, quien dice llamarse King-Lu (Orion Lee) y ser perseguido por unos rusos con intenciones de matarlo. El cocinero lo esconde y le da de comer y beber, dando pie a la amistad que es el eje emotivo de la historia.
Ambos personajes se rencontrarán en las inmediaciones del fuerte Tillikum, un establecimiento de dudosa civilización, poblada por colonos de la más diversa índole (sorprende la ausencia de mujeres, que eran protagónicas en los anteriores trabajos de Reichardt). A ese sitio llega importado de Europa el primer animal bovino del título, como orgullosa propiedad del terrateniente conocido como Chief Factor (el británico Toby Jones).
Buscando cómo hacerse rico, el pragmático King-Lu piensa que Figowitz podría cocinar algunos pastelitos con base en la leche extraída furtivamente de dicha vaca. En efecto, el cocinero fríe unas bolas hechas de harina, leche y un poco de miel, los bautiza como “pastelitos aceitosos” y los pone a la venta ante la turba de colonos hambrientos. Las confecciones se venden, literalmente, como pan caliente. Entre los clientes se cuenta también el Chief Factor quien, maravillado, comenta que los pastelitos “saben a Londres”. No tardará el hombre en darse cuenta de que han sido fabricados con la leche robada de su codiciada vaca.
Aunque las armas de fuego sólo aparecen al final de la película y no hay propiamente enfrentamientos a balazos, Primera vaca es un pre western por la forma en que describe a los hombres que civilizaron el extremo Oeste de su país. En esa comunidad agreste, donde cada uno lucha por sus propios intereses, la amistad entre cocinero y chino es el inicio de los lazos afectuosos fundacionales de una sociedad. Reichardt deja abierto el destino de ambos personajes, aunque un prólogo contemporáneo donde una joven mujer (Alia Shawkat) descubre a dos esqueletos enterrados uno al lado del otro, sugiere una resolución violenta.
Fiel a su estilo, la directora se toma su tiempo para desarrollar su mínimo relato. Auxiliada por la fotografía de Christopher Blauvelt, que parece trabajar con luz natural aún en las escenas nocturnas, Reichardt necesita de muy pocos elementos para hacer verosímil su reconstrucción de época. Quizás el ritmo narrativo resulte demasiado pausado para algunos espectadores, acostumbrados a la grandilocuencia de los productos Marvel. Los más pacientes, en cambio, encontrarán varios elementos gratificantes de interés.
Primera vaca
(First Cow)
D: Kelly Reichardt/ G: Jon Raymond y Kelly Reichardt, basado en la novela The Half-Life, de Jon Raymond/ F. en C: Christopher Blauvelt/ M: William Tyler/ Ed: Kelly Reichardt/ Con: John Magaro, Orion Lee, Toby Jones, Ewen Bremner, Alia Shakat/ P: A24, IAC Films, Film Science. EU, 2019.
Tengo una vaca lechera - La Jornada
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